Dime tu nombre aunque no lo entienda. Un cuento de amor primitivo. Encuentro.



Encuentro.

Y depronto estaban allì mirandose sin saber que decir, tratando de comprender las miradas y los movimientos de las manos, el lenguaje de los cuerpos; no sabìan como responder a la ùnica cosa que en ese momento tenìan para comunicarse, una voz indecifrable que les permitìa entenderse apenas, no sabìan entonces que cosa era aquella mezcla de incertidumbre y ansias de no dejarse de mirar, quizàs algo de miedo tenìan en su interior, almenos no entendìan que reacciòn absurda los envolvìa en medio de ese instinto. No podìan irse sin llevarse consigo al otro; fuè asì como en un gesto natural le extendiò la mano para ayudarla a bajar del àrbol, Ella lo mirò y le tocò los dedos tibios de su mano, para luego cerrar el puño llevandolo a su pecho; no estaba completamente convencida de irse con El, pero sentìa que era probable el hecho de no volverlo a encontrar; finalmente se miraban de cerca. Decidiò bajar sola de aquel àrbol y mirandolo nuevamente se sentò junto a una piedra en la que habian pequeños fragmentos de frutos secos quebrados, tomò un mazo y empezò a triturar algunos de los que habìa recogido. El la miraba detenidamente, sabiendo que al no tener su atenciòn; estarìa perdiendo todas las sensaciones que despertaron en sus venas y en su mente; sensaciones ya sentidas antes, pero que en ese momento le resultaban màs nìtidas y reales, las sentìa a travès de sus vellos, sentìa algo màs puro y màs natural que otras veces, caminò en su entorno para estar màs cerca, con una mano Ella tomo un pedacito de los frutos secos y se lo ofreciò, luego mirandose acertaton moviendo juntamente las cabezas para dirigirse al rio. 

Ella, mientras caminaba sentìa màs suave sus pasos, se sentìa màs ligera. El rio se podìa ver en la distancia pero faltarìan almenos unas mordidas de nueces màs para poder llegar, tratò de decir algo pero El, no comprendìa su lenguaje aunque le respondiò con otros sonidos y gestos diferentes que dificilmente pudieron ser entendidos, eran dos seres distantes que encontraron por azar un momento intìmo, llegando a la riba del rio empezaron a alzar las piedras en donde se resguardaban los camarones que atrapaban con gran facilidad, -arte aprendida con el tiempo- recolectaron tantos como cabìan en la cesta de hojas trenzadas que tenian.

Luego se dispusieron a prepararlos al fuego mientras El la miraba y sutilmente le acariciaba los labios. Ya se habìan visto àntes, lo supieron en ese momento pero solo en ese instante perdieron el miedo, habìan perdido el miedo de hablar. Y Ella acercàndose lo besò.  



Encuentro II

Mientras que los labios poco a poco se iban humedeciendo, empezaron a desencadenarse todas las emociones que sintieron antes, ahora podìan tocarse y hablar en otro modo, hablar con el alma de sus hormonas, el deseo se apoderò de Ellos. Completaronse en un abrazo, sintieron sus cuerpos càlidos, humedos y armònicos, concluyendo el frenesì allì sobre la hierba. Estubieron abrazados mientras duraba el canto del cortejo del pàjaro del pico de fuego. En ese momento no necesitaron palabras, no servìan para el amor, esas sirven siempre para el despuès.

Tomando la cesta y los otros implementos de labores, Ella se dirigiò al rio y caminò largo la desembocadura, El la siguiò, Ella trato de comunicarse nuevamente moviendo los labios que lentamente pronunciaron la palabra: "Ajinac" El la repitiò, penso que era su nombre y le dijo el suyo "Kimbazala" pero Ella no imitò el sonido emitido de sus labios, caminaron juntos hacia la playa, mientras comiàn un poco de nueces y algo de los frutos recolectados, estubieron asì hasta cuando el sol se reflejò en sus rostros y pudieron ver las olas del mar que rebotaban en las rocas , se veia la pequeña ensenada que albergaba alli a los similares de Ella, esperan la llegada de los hombres que habiàn salido a pescar, El repitiò la palabra escuchada de "Ajinac" añadiendo la palabra " kamvila" y se dirigiò hacia el lado opuesto mientras Ella lo miraba alejarse. Ella con la mirada en El recordò el canto del pàjaro y caminò verso a su aldea, en el recorrido viò a las Jaibas que caminaban en las rocas, subiò sobre ellas y atrapò algunas, al llegar reposò los camarones restantes, los futos recogidos, y las jaibas.

Luego de saludar ayudò en las labores de preparaciòn de los peces, eviscerandolos para su posterior salado, despuès serìan colocados sobre los mesones de leña de higueron y asì, taparlos con unas hojas.

Al cambio de luna El, fuè al lugar donde sintiò que habia sido atrapado por los desmanes del amor y Ella acudiò al canto del cortejo del ave canora. Nuevamente estaban ahì, sin palabras comprensibles para expresar sus sentimientos, sin explicaciòn aparente del porquè llegaron con las ganas de ser parte del otro, se miraron y sonriendo entre los dos recogieron camarones, pero esta vez fueron a la aldea de El, caminaron mientras durò la leve llovizna del dìa y llegando se la presentò a los suyos con el nombre de "Ajinac". La madre de "Kimbazala" notando el arete de pluma de pàjaro que llevaba la recien llegada a la aldea agregò la palabra "Kanvila-jà" a lo que El corroborò con la palabra "kuaj". 


Desespero.

Kimbazala llamò al padre quien igualmente repitiò el nombre de "Ajinac". el progenitor mirò como era dispuesto en el cuerpo de la joven el manto de algodòn de una sola pieza al igual que los collares rojos que adornaban su cuello y dandole señales de agrado lo llevò verso a uno de los bohios de la aldea; mientras que la madre de Kimbazala trataba de entablar una conversaciòn con la recièn llegada. Todos los habitantes empezaron a llamarla con el nombre que habian oìdo; Ella aunque extrañandose de algunas cosas, se sentìa acogida no obstante la dificultad en la compresiòn de algunas frases y palabras.

En el lugar todo siguiò bajo la rutina y los quehaceres, las mujeres al sentir los monos chillar entre los àrboles se dispusieron a preparar de comer, tenìan varios ñeques y dos manaos de la caza que habian hecho los hombres el dia anterior, junto con algunas verduras y tuberculos recolectados hicieron buena vianda. La muchacha a la que todos llamaban "Ajinac" no sabia comunicar en modo claro ni tampoco podia hablar en el idioma de los aldeanos; asi que, empezò a mirar detenidamente los gestos y movimientos de todos mientras trituraba algunos granos sobre la piedra dispuesta en el lugar para ello, luego iniciò a repetir cada una de las palabras que escuchaba salir de sus bocas lo hizo moviendo los labios delicada y lentamente  y al memorizarlas logrò enterderlos un poco màs. 
Cuando la vitualla estubo pronta, fuè vertida sobre unas hojas de malanga y todos se sentaron alrededor del banquete comiendo hasta la saciedad.

kimbazala habìa tomado una decisiòn: proponer a la que El llamaba "Ajinac" quedarse definitivamente en su casa y dirigiendose hacia Ella colocò una mano sobre su hombro diciendole algunas frases incomprensibles, con un dedo de la otra mano indicaba el suelo, tratando de decirle: quedate junto a mi, aquì en ese lugar, en mi comarca, Ella lo escuchò, entendiò sus gestos y estubo a punto de no volver a los suyos y aceptar su proposiciòn, màs al ver al sol reflejando las sombras delante de ellos, apartò su mano y se dispuso a cavar unas malangas para llevar a su aldea, Kimbazala intento detenerla pero Ella diciendole palabras de las cuales El aùn no conocìa el significado siguiò cavandolas, luego de realizar la recolecta de las raices e indicandole con una mano el sol, dirijiendola hacia el ocaso siete veces, se marchò.

A la mañana del dia siguiente Kimbazala fuè al lugar donde se habian encontrado por primera vez y esperò hasta que no viò a su sombra reflejarse, al segundo dia fuè a la piedra màs alta donde se podìa ver la desembocadura del rio, esperando de individuarla recogiendo almejas o atrapando jaibas, estubo allì hasta el cambio de la marea pero no pudo deleitar sus ojos.  Asi, al tercer dia desesperado, decidiò ir a su territorio pero el padre lo convenciò que no era el momento, le aconsejò que esperara el cambio de luna. Kimbazala sentìa algo màs que las ganas de verla, fuè entonces que al cuarto dìa se dirigiò al rio a recolectar camarones y encendiò una hoguera, esperando que "Ajinac" viera el humo elevarse hacia el cielo y pensara que El la estaba esperando allì pero ni aùn en esa ocasiòn pudo verla tornar, ni tampoco ver la dulce mirada de sus ojos. Al quinto dìa tomò el rumbo del camino de la montaña para ir a la parte màs alta del rio donde las piedras portadas por las viejas crecientes habìan formado una pequeño lago y eran dispuestas en un modo tal que la mantenian en una agradable calma; allì se desvistiò y caminò verso las tranquilas aguas donde se realizò un largo baño, nado un poco, mirò los cotorros, las aves que volaban en el cielo, se sumergiò en las aguas y durante todo ese tiempo su pensamiento fuè para "Ajinac", a la entrega de su cuerpo, y recordando su olor sintiò una especie de dicha espiritual, luego desnudo, saliò del agua, se sentò sobre una piedra y observò al pàjaro pescador volando en lo alto que luego de zambullirse a una velocidad como la del rayo, saliò del agua con el premio de la presa, luego se rescostò sobre la roca y sientiendo el calor apacible se adormento soñando con Ella, se despertò exaltado al sentir el chillido de los monos, pensando en el regreso arrancò varias hojas de una planta para masticar y tomando el vestido de dos piezas se ataviò; luego siguiò el camino que lo llevaba a su aldea.

El sexto dia fuè màs intenso, casi no durmiò, pero al dìa siguiente del cambio de la luna se levantò temprano y se encaminò al encuentro con la mujer de la pluma de pàjaro.


Desespero II


Para "Ajinac" las cosas no eran del todo diferentes, los dias podìan sobrellevarse pero las noches eran casi insoportables, el sueño se volviò ligero, la despertaban los cantos nocturnos de las aves, en especial el silbido del autillo; al escucharlo se alzaba del lecho y bebìa un poco de agua, sentìa dolores en el cuello, aveces eran en el pecho, los cuales se volvian lanzarerantes, sentìa que el respiro se volvia lento y el corazòn palpitaba como vuelo de colibrì, una noche caminò en compañia de la luna por el alcorce que va al mar, fuè a la orilla, sintiò algo de frìo y estubo allì contemplando de las extrelllas, su movimiento y su brillo de cuarzo.
Con el pensamiento de la noche en el dìa, tejiò mochila, estubo asì hasta el chillido de los monos. Despues hilò un poco.
Su madre supo que el cambiamento era por "pensamiento de hombre", lo reconociò en su ojos esquivos y e sus manos, que tejiàn màs ràpido de lo normal, supo que el corazòn de su hija se habia enamorado y hablò con Ella, quien no pudo esconder el deseo del amor que sentìa, su madre hablò con algunas de las mujeres y decidieron que al alba irìan por hilo para tejer.

Al despuntar el sol siguieron el sendero de los pajàros, donde proliferaban bosques bambusoidaes tròpicales que con sus largos tallos curvos al final, cubrian del sol una buena parte del camino, algunos eran en floritura, caminaron las dos, madre e hija por el puente de leña a forma de manos abiertas que llevaba donde nacia la planta de fique, caminaron rumbo a la parte alta donde encontraron del cilantro selvàtico que recolectaron, llegaron a la cascada, aquella que se siente aunque estes lejos, estubieron varias noches; desde allì se podìa ver el mar de leva, al igual sentir el rio y su cascada. La madre le pregunto quien era, Ella le dijo el "nombre de hombre", le contò que pertenecia a otra etnia, que su idoma era distinto y refieriendose a la dificultad de comunicar con El dejò aflorar una làgrima que seco ràpidamente con el dorso de su mano.
Su madre pensò que no habìa nada que hacer, el amor fuè consumado en el vientre y probablemente era yà fecundo, debìan arreglar la situaciòn con los demas miembros de la familia.

Mientras bajaban, cuando faltaba poco menos de la puesta del sol, observaron el luminoso rayo verde en el limpido cielo y acamparon donde la viuda Prisiliana. Allì durmieron en hamacas, "Ajinac" pensò en la manera de decir a Kimbazala su verdadero nombre, no sabìa como hacerlo; era dificil hablar en otra lengua, no era fàcil explicarle el significado de la palabra "Ajinac" y el significado de su nombre, mucho menos cuando se esta enamorado, cuando el pensamiento es confuso y el corazòn bate como alas de colibrì. 


Cuando el ùnico problema es estar enamorado.

El bohio de la viuda, era el lugar de los cantos, Prisiliana entonaba lamentos y nostalgias acompañada por las palmas. Habìa perdido tres maridos, pero solo a uno diò honoranzas fùnebres, el primero fuè dado por naùfrago, el segundo resultò muerto dando una batalla por su amor con el tercero; lamentablemente a este ùltimo, la suerte tampoco lo acompañò; pues en un dìa de caza, en la selva... lo deborò un jaguar. La añoranza del amor truncado por la suerte del destino, sacaba de sus entrañas melodias y èxtasis delirantes. Asì, en sus notas revocaba viejos amores; algunos de los pasantes imaginaban ser uno de ellos, por cuanto el deseo de compañia resultara ser tangible en cada uno de sus ritmicos y armoniosos cànticos; componìa donde se albergaba el reposo de su ser. En su bohìo. Era mujer libre, tenìa una hija de nombre Naya, hermosa jòven de piernas largas que hablaba poco, quien llegaba al lugar y la miraba mientras hacìa sus quehaceres, moviendose de un lado a otro; veìa caminar a la mismisima diosa del universo entero.

Por ser lugar de paso de etnias y de lenguas habladas, las dos mujeres comunicaban con casi toda la poblaciòn de la regiòn. Y a "Ajinac" la entendieron en el lenguaje del amor. Prisiliana identificandose en su congoja; le diò bebanda calmante y compuso canciòn para senenarla.

Al amanecer las mujeres que llegaron en el ocaso, recogieron sus pertenencias, dejàndole a Prisiliana varios pescados salados y verduras que habìan llevado para el viaje, asì llegaron a la comarca antes del cambio de la marea. El cansancio era evidente, las mujeres reposaron las mochilas cargadas y no obstante prepararon de la vianda, las demàs que habìan permanecido en la aldea machacaron las hojas de fique para sacar sus hebras que luego secarìan al sol. El padre de "Ajinac" preguntò a la madre que habìa pasado con su hija, ella respondiò que debìan hablar con el consejero para arreglar su uniòn con hombre porque al parecer dentro de Ella crecìa yà un nuevo miembro en la aldea.

Fuè entonces cuando los padres de "Ajinac" decidieron subir en los dias de la purificaciòn al origen de la montaña para ofrecer dàdivas y hacer pagamentos a los dioses, ahì se reunirìan y hablarìan con los sacerdotes que tenian la facultad de hablar todas las lenguas de los habitantes de la zona para arreglar el asunto en modo pacìfico, aunque no fuera usual  una uniòn en esas condiciones.

Kimbazala acudiò puntualmente al encuentro despuès de las siete noches, mas "Ajinac" no se presentò; no llegò. No supo que pensar; si estarìa mal o enferma, si se habìa olvidado de El, si tenìa otro pretendiente, si fuè solo el azar... Desilucionado no encendiò hoguera. Mientras que "Ajinac" empezaba a labrar en una piedra, las veces que pensò en El durante el recorrido del sendero de la planta de fique; en ella tallarìa los àrboles bambusoidaes, el canto de pàjaro, la cascada, el mar de leva y el rayo luminoso de sol en el ocaso del mar. No pudo acudir, tenìa aquello que cada cuatro lunas manchaba el vestido de la mujer.

Elucubraciones.

Kimbazala en la dilaciòn del deseo de verla llegar, ìba todos los dìas al rìo, no encendìa hoguera, sabìa que aparecerìa de un momento a otro, lo sabìa o almenos se lo esperaba. Meditò; mientras lo hacìa, en uno de esos dìas construyò una lanza con la rama de un àrbol de peras silvestres, terminando su punta a macana. Despuès, turbado por sus pensamientos fuè a la orilla del mar, la fuerte marea habìa terminado; se desvistiò y poco a poco caminò sobre la arena de las azules aguas hasta que cayò repentinamente en el vacìo, se sumergiò para buscar almejas, recolectò una, nadò verso la orilla para abrirla, encontrò una perla, tomò un pequeña mochila y se sumergiò nuevamente, recolectando una decena de ellas, sumergiendose una y otra vez, al finalizar nadò para volver a la orilla y las abriò una a una, encontrando cuatro perlas màs, se sumergiò nuevamente, viò una grande mantaraya que nadaba en circulos; saliò del agua, aferrò la lanza, sacò de su otra mochila un cordel de fique y amarrandolo en el extremo posterior la sujetò a una pesada piedra; caminò verso el mar, dentro del agua todavìa llana observò una raya que nadaba para enterrarse bajo la arena y rapidamente traspasò la carne y el cuerpo cartilaginoso del animal con la afilada lanza. Esta presa por el pànico de la agonìa empezò a parir, pudo ver cuatro crios que nadaban entorno mientras esta trataba de liberarse, el aguijòn estubo a apunto de perforarlo, kimbazala hizo cuanto pudo para no perder el equilibrio, despuès se dirigìò verso la riba, tirò de la cuerda para sacar el animal del agua... pesaba. La seccionò y arrojò al mar las partes no consumibles. Conservò la cola y luego con el aguijòn empezò a construir una flecha, aguda y afilada. Al llegar a su aldea posò la flecha aùn no terminada junto a una tinaja y bebiò un poco de agua con un recipiente de tumbaga. El padre al verlo llegar viò los ojos brillantes y agudos, reconociò mirada de jaguar en ellos. Debìa hablar con el consejero, kimbazala necesitaba un lugar donde construir bohìo para apaciguar su carga hormonal latente. Mientras que El querìa consultar con su padre el ir junto con otros hombres de su etnia a la aldea de “Ajinac”; necesitaba saber si habìa un pretendiente; debìa advertir si àlguien màs tenìa intenciones de cortejar a quièn le habìa tocado una parte de su corazòn.

Ajinac” quizo olvidar, pero no pudo, en los dìas de luna que le tocò estar en la aldea, se dirijìa verso el rio pero al que estaba màs arriba, caminaba por el sendero de palmas y se sentaba en la riba donde la arena era caliente, sumergìa solo medio cuerpo para lavarse. fueron cuatro las veces que fuè allì, un dìa viò el amplexo de la Boa Constrictor sobre la arena en medio de las tortugas al sol, parecian una masa de musculos contractiles enloquecidos. Al retornar llevaba siempre las nueces de coco que podìa cargar, ultimamente no tenìa apetito, y comìa solo algunas guayabas y peras silvestres.

En su ìntimo ser pensaba: Si pudiese explicar a kimbazala la palabra “Ajinac” en los momentos en los cuales se verìan a escondidas las cosas se entenderìan mejor. Màs explicar el gusto del sabor perfecto no era fàcil, describir un sabor exitante, dibujar un sabor de suave consistencia -no existìa en el mundo de las frutas una tal- pensò a la piña o al cacao con miel. Pero no supo como mostrar en la naturaleza un gusto asì, solo al sentir su boca en sus labios podrìa probar nuevamente tal sensaciòn. Esa vez en el rio se bañò desnuda.

Besos asì.

La ausencia de “Ajinac” provocò una incomunicaciòn entre los adolescentes que desbordò el pensamiento, se buscaron hasta encontrarse... necesitaban estar en perfecta armonìa para poder interpretar los sonidos de la naturaleza en modo màs nìtido. Habìa una interferencia entre ellos que no les permitìa llegar en el momento preciso, donde sentìan el despertar de sus sentidos y el organo màs extenso de sus cuerpos se convertìa en una sola piel. Los pàjaros cantaban a veces en momentos inesperados, ocurrìan nuevos cantos y nuevas cosas y los nuevos habitantes traìan nuevos dolores, “Ajinac” sentìa que sus vestidos estaban estrechos, apretados y necesitaba siempre con màs frecuencia el deseo de nadar desnuda. Los dos enamorados se encontraban desarmònicos, hormonalmente eran distintos, varios soltizios atràs aconteciò el recibir sus trajes de adultos. Ella desde su nacimiento fuè destinada a ser la mujer de un consejero espiritual a el cual aùn no conocìa, ni querìa conocer. Kimbazala querìa solo a “Ajinac” para sì. La habìa mirado siempre desde los lugares altos, en la distancia y aunque no supiera su idioma estaba decidido a decirle de alguna manera que se sentìa en paz cuando la tenia cerca.

Ultimamente todo estaba en desorden, en la aldea decidieron convocar una asamblea en la que estarìan en vigilia muchas noches. Se dormìa poco. Muchos estaban cansados y no resistieron. Se sentìan truenos y relampagos, se nublò el cielo y un rayò cayò en el grande bohìo donde se reunìan para analizar la situaciòn. kimbazala habìa salido a beber agua cuando sintiò el estruendo que destruyò el techo de palmas llevandolo a cenizas, sintiò una vibraciòn en su cuerpo como los efectos amplificados de la picadura de un alacràn. Disipandose en pocos momentos lo dejò sin sentidos, durò varios dias con dolor de cabeza, fueron calcinanados trece de sus habitantes.

Hubo tanta confusiòn esa noche que no quisieron volver màs a esa aldea, Necesitaban hacer sepultura a sus muertos, màs no se sabìa donde, fuè una muerte repentina, sin precedentes, tenìan que consultar a sus dioses para tener el lugar preciso donde sus restos descansaran en completa armonìa con su muerte.

Mientras la sepaciòn involuntaria se acrecentaba comenzaron a llegar vientos fuertes y el cielo se volviò gris, la lluvia comenzò a ser màs fuerte, convirtiendose en tormenta, una confusiòn entre las aguas transportò una gigantesca piedra a la desembocadura del rio, lloviò durante muchos dias, el agua de la playa no era lìmpida, se veian ramas de àrboles gigantescos flotando, cuando todo terminò “Ajinac” soñò ser las ondas del mar, dormida podìa verse el cuerpo que ondulaba, sentìa su vaiven. Fuè una sensaciòn extraña, no podìa hablar, no sintiò miedo, simplemente se sintiò onduladamente libre, intentò hablar con un grito y se despertò, las demàs mujeres y niños no la sintieron solo su padre escuchandola se alzò de su hamaca. Le preguntò el porque de su grito y ella le respondiò que sintiò ser siete veces las ondas del mar.

Despuès del desastre de la separaciòn. Los dos jovenes acudieron al encuentro despuès de varias lunas, poco antes de llegar al rìo “Ajinac” viò el humo de la hoguera, supo que la armonìa entre los dos se habìa conclamado y puntualmente se vieron poco despuès de la salida del sol. Se entregaron al amor, en la hierba, dentro el rìo, en el mar, bajo el sol y ciertas veces bajo la luna.

La madre de “Ajinac” despuès de verla llegar casi siempre cuando chillaban los monos notò que no traìa nunca nada en las manos, llegaba con hambre, tejìa con una ligera sonrisa en sus labios y era màs atenta en las cosas del quehacer, ayudaba a la enseñanza de los niños indicandole como tallar las piedras, pudo asì modelar el bosque florecido y la cascada. Una noche el autillo la despertò y se dirigiò al mar. Lo viò, lo supo ahì, no podìa suceder nada a ese amor, eran en perfecta armonìa. Sintiò el sabor a cacao con miel en su boca y en el resto del cuerpo una sensazaciòn de mordaz lujuria, eso significaba la palabra “Ajinac” : besos asì.

El padre de Kimbazala no querìa conflictos con etnia alguna, ya tenìan con los nuevos habitantes, habìan emigrado hacia las partes màs lejanas, en intenciòn de paz, para el equinozio subirìan a la parte alta de la montaña sagrada y hablarìan con los sacerdotes para planear una uniòn como lo deseaba su hijo porque no tenìa pensado crear disputas.

Ocurriò nuevamente la recolecciòn del fique, èsta vez fueron acompañados de muchos màs habitantes, debìan reparar ciertas cosas en la comarca, no tubo que decirle a su amante, kimbazala al no verla desde la piedra donde se apostaba se fuè hacia el lago. Su madre la llamò con su verdadero nombre: Ucje-Zà-Ità.

Juntos.

El vientre de su hija no habìa crecido desde la ùltima vez que fueron por fique. Pensò a una mentira de esta para evadir su destino. Ucje mirò el rostro de su madre y bajò la mirada, -Pocas veces la llamaba asì- caminò màs rapido y se adelanto en la fila. Sabìa que no podìa permanecer màs tiempo ocultando sus idas al rio, sus salidas noctucnas y los dias del cambio de la luna.
La madre dirigìa el paso, le dijo que se detubiera y esperara su lugar, Ucje obedeciò. No querìa hacerlo pero lo hizo. Mientras caminaba recordò como se sentìa tiempo atràs; sintìò ansias distintas, ansias de liberaciòn. Habìa experimentado tantas cosas nuevas que no podìa detenerse en esos momentos; decidida, dejò que fluyese su natural instinto.

Al llegar al cultivo habìan otras personas en el lugar. Muchos fueron a la recolecciòn, los desatres del viento y la lluvìa habìan dejado varios bohìos en mal estado. En medio de la confusiòn inicial de los saludos; Ucje logrò escabullise. Tomò la via del lago iendo al encuentro con kimbazala; por la ruta de las plantas de Capsicum; estaba dispuesta a dejar la aldea, no querìa estar con nadie màs. Se entendìan mejor y probaban el fausto deseo del encuentro.

No viendolo en el espejo de agua tomò dos piedras y las golpeò entre sì para llamarlo, como lo tenìan yà acordado. Decidieron ese sonido para comunicar que estaban en el lugar esperando; no habiendo respuesta, subiò sobre una piedra y desde allì pudo observarlo nadando desnudo , cuando salìo del agua, esta le colaba sobre su cuerpo, la luz del sol besaba sus formas ... se sentiò feliz. Luego se desvistiò y se lanzò al agua, el subiò sobre la piedra y se lanzò igualmente, jugaron unos momentos antes de darse un càlido beso en las frias aguas.

Tenìa que decirle tantas cosas... màs prefiriò callar y deleitarse del momento. Kimbazala alzò el cuerpo de Ucje y Ella lo aferrò con sus piernas, llegando al climax de su plenitud. Se calentaron con la aceleraciòn de la eupnea.

Ese dìa tendrìa la segunda noche de luna llena, Ucje debìa decirle todo acerca de su nombre, el sigficado que le habìa dado a sus besos y del hecho que no querìa engendrar hijos por el momento, cosas raras para una generaciòn que habìa conocido conflictos y destierros, visto muertes y dolores que nunca debieron crearse. Serìan dolores antiguos que solo pasarìan mientras en la humanidad se engendra solo el amor, nacido en un par de jovenes que se encontraron por causa del destino en un momento de la historia de dos pueblos.
Bajaron por un sendero hacia el bohìo de Prisiliana, al llegar le manifestaron su deseo de quedarse ahì por unos dìas mientras arreglaban ciertos asuntos espirituales.

Dieron a la viuda algunas verduras y se reposaron un poco, era casi la ora del ocaso, Prisiliana tenìa del cacao maduro que colocaba en una enramada sobre el fuego que el humo caliente ayudaba a secar, Naya habìa recolectado un poco de miel, Ucje pidiò unas semillas para tostarlas y trituralas, Prisiliana seleccionò varios frutos secos y los maraquiò para comprobar si las semillas eran prontas, y luego le diò cuanto bastaba. Ucje abriò los frutos y tostò sus semillas, sacò de su mochila del Capsicum que habìa recolectado y abriendo uno tomò sus semillas y las dispuso para triturarlas junto con las del cacao, colococò con sus dedos un poco de este en los labios humedos de Kimbazala y untò los suyos con la miel, lo besò y pronunciò la palabra: “Ajinac”, Kimbazala saboriò la mezcla agridulce que deleitaron sus labios. sintiò el picante. Ya no se sabìa a quien atribuirle esas sensaciones que emanaban al besarse. Siempre y cuando estubieran presentes serìan consideradas como el lenguaje de un amor asì, nacido de un beso. La palabra pronunciada tenìa yà un significado entre los dos.

Prisiliana viò como reìan los jovenes y preguntò que estaban preparando para comer, Ucje habìa mezclado los ingredientes en una pequeña tinaja y le acercò el recipiente para que probara, Prisiliana con el dedo ìndice se untò de la crema y se la llevò hacia la boca, la sintiò picante. Dijo que habìa que mejorarla o añadir algo màs, repitiò en su idioma nuevamente: està muy picante, sintiò los labios tensos, mientras se tocaba su cuello y con un cuchillo a macana pelò una piña que paladeò, asì pudo calmar sus labios, todavìa podìa sentir el picor en su boca, mas era tan placentero que repitiò: se puede mejorar, mientras mezclaba la crema con unas semillas de maiz triturado, susurrò un par de melodias mientras con una mano tocaba nuevamente su cuello, la hecho a hervir en agua, agregò un poco màs de miel. Cuando esta estaba en todo su hervor la distribuyò en unos recipientes de barro. Ofreciò a los jovenes una bebida que según ella debia ser afrodisiaca
Luego se calentaron los pies con el fuego al centro del bohìo y se adormentaron.

En la mañana se despidieron para dirijirse verso a la ensenada de los manglares.


Explicaciones.

La madre de Ucje no viendola entre las personas, recordò el dia del parto, en definitiva su nombre era eso, un pàjaro esquivo.

No esperarìa mas de ella, lo supò desde su nacimiento, cuando viò a los dos animales ese dia, cerca al rio; debìa ser solo uno, y eligiò el primero que a su vista agradò, a la serpiente en el agua la descartò.

Quien habrìa atrapado aquel pàjaro que entre las ramas no se dejaba ver, su canto particular mientras nacìa; luego la serpiente lenta que atravesaba el rio, miedo y astucia en ese momento, porque no fue otro animal? Se pregunto... aunque Ucje ya no era ni lo uno ni lo otro, se habìa convertido en una mujer con la libertad en la alas y la agudeza de una serpiente.

Los dos jovenes caminaron verso el mar, sabìan que debian arreglar la situaciòn, mas al momento dejarìan fluir la libertad inesperada de aquel amor.

Las palabras cobraron sentido y comprensiòn, se volvieron familiares y cuando las sentìa pronuciar de los labios de kimbazala eran notas del alma, “kanvila-jà” era yà la parte que le faltaba. Significar -Ella està dentro de mi- era ser como una sola cosa.

Explicada con el simple hecho de beber el agua de la nuez de coco.

Y aceptar que el amor los convirtiò en en algo ùnico se traducìa en un “Kuaj”. En un si completo.

Ucje explicò a Kimbazala que querìa ser llamada “Ajinac” que era el sentir de sus besos. Kimbazala tomò la flecha, la lanza para explicarle que su nombre significaba la fuerza del guerrero. Para El no habìa palabra màs hermosa que el sentir de esos besos.

En la ensenada tenìan el alba, el ocaso, el mar, la laguna y la sal.

Necesitaban el agua del rio para beber. Quizas ese lugar serìa provisorio pero decidieron permanecer varios dias, para despues afrontar la decision ante sus familiares.

Despues de permacer algunos dias comiendo crustaceos y con pocas provisiones, caminaron verso la aldea de “Ajinac”.


continuarà...













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