Dime tu nombre aunque no lo entienda. Cuando el ùnico problema es estar enamorado.

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El bohio de la viuda, era el lugar de los cantos, Prisiliana entonaba lamentos y nostalgias acompañada por las palmas. Habìa perdido tres maridos, pero solo a uno diò honoranzas fùnebres, el primero fuè dado por naùfrago, el segundo resultò muerto dando una batalla por su amor con el tercero; lamentablemente a este ùltimo, la suerte tampoco lo acompañò; pues en un dìa de caza, en la selva... lo deborò un jaguar. La añoranza del amor truncado por la suerte del destino, sacaba de sus entrañas melodias y èxtasis delirantes. Asì, en sus notas revocaba viejos amores; algunos de los pasantes imaginaban ser uno de ellos, por cuanto el deseo de compañia resultara ser tangible en cada uno de sus ritmicos y armoniosos cànticos; componìa donde se albergaba el reposo de su ser. En su bohìo. Era mujer libre, tenìa una hija de nombre Naya, hermosa jòven de piernas largas que hablaba poco, quien llegaba al lugar y la miraba mientras hacìa sus quehaceres, moviendose de un lado a otro; veìa caminar a la mismisima diosa del universo entero.

Por ser lugar de paso de etnias y de lenguas habladas, las dos mujeres comunicaban con casi toda la poblaciòn de la regiòn. Y a "Ajinac" la entendieron en el lenguaje del amor. Prisiliana identificandose en su congoja; le diò bebanda calmante y compuso canciòn para senenarla.

Al amanecer las mujeres que llegaron en el ocaso, recogieron sus pertenencias, dejàndole a Prisiliana varios pescados salados y verduras que habìan llevado para el viaje, asì llegaron a la comarca antes del cambio de la marea. El cansancio era evidente, las mujeres reposaron las mochilas cargadas y no obstante prepararon de la vianda, las demàs que habìan permanecido en la aldea machacaron las hojas de fique para sacar sus hebras que luego secarìan al sol. El padre de "Ajinac" preguntò a la madre que habìa pasado con su hija, ella respondiò que debìan hablar con el consejero para arreglar su uniòn con hombre porque al parecer dentro de Ella crecìa yà un nuevo miembro en la aldea.

Fuè entonces cuando los padres de "Ajinac" decidieron subir en los dias de la purificaciòn al origen de la montaña para ofrecer dàdivas y hacer pagamentos a los dioses, ahì se reunirìan y hablarìan con los sacerdotes que tenian la facultad de hablar todas las lenguas de los habitantes de la zona para arreglar el asunto en modo pacìfico, aunque no fuera usual  una uniòn en esas condiciones.

Kimbazala acudiò puntualmente al encuentro despuès de las siete noches, mas "Ajinac" no se presentò; no llegò. No supo que pensar; si estarìa mal o enferma, si se habìa olvidado de El, si tenìa otro pretendiente, si fuè solo el azar... Desilucionado no encendiò hoguera. Mientras que "Ajinac" empezaba a labrar en una piedra, las veces que pensò en El durante el recorrido del sendero de la planta de fique; en ella tallarìa los àrboles bambusoidaes, el canto de pàjaro, la cascada, el mar de leva y el rayo luminoso de sol en el ocaso del mar. No pudo acudir, tenìa aquello que cada cuatro lunas manchaba el vestido de la mujer.


Continuará...

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