Mi columna vertebral.

Vacaciones de verano.


En un día soleado de playa finalizando este verano del 2020 en el que por fuerzas mayores nos vimos en la terea de hacerle frente al covid-19 he podido observar una gran mayoría de personas que no se negaron el derecho a vivir, que con medidas preventivas salieron al mar, estaban todas las categorias humanas posibles; vivieron, lo hicieron  tomandose fotos, nadando en las aguas del Tirreno, las muchachitas en pleno desarrollo hormonal haciendose sensuales fotos a la riba del mar,  las madres acudiendo a sus hijos de manera ejemplar aplicaban el bloqueador para evitar las quemaduras por el sol, los vendedores ambulantes vendían su mercancías provistos de tapabocas, las modelos de Botero gozaban del panorama registrando en sus celulares el paisaje y desafiaban los canones de belleza plasmando con un celular su esuberante carisma; en el agua una chica en compañía de su hermano menor remaba sobre un "sup" el pequeño se alzaba en pie mantiendo el equilibrio para luego saltar sobre la improvisada plataforma dandose chapuzones en el agua alta, los salvavidas recorrían la playa esperando no tener que rescatar a un bañante o almenos esperar que al salvarlo no estubiera infectado de covid, salvar una vida para luego estar en riesgo de morir no es para cualquiera.

El titular del balneario a conseción me habla de todas las vicisitudes que tuvo que pasar para haberlo, me narró episodios de la segunda guerra mundial de como por un pedazo de pan se fué junto a un soldado Aleman,  estubo junto a éste en el bombardamiento de Alemania, una bomba le había amputado una pierna, me describe como lo ayudó amarrandole un cinturón en ella para evitar la hemorragia y que no pudo hacer mucho por él, porque murió días después a causa de las heridas, me cuenta que sufrió con una astilla de metal que le perforó la pierna a la detonación de otra bomba y que después regresó a Italia pero al finalizar la guerra volvió nuevamente a reconstruir  la Alemania Después del bombardamiento, igualmente me habla de cuando limpió la playa de la inmundicia, de los vidrios rotos que encontraban en la arena, de como sembró cañas para evitar que un torrente cerca del balneario le arrancara la tierra que había recuperado, de como su anarquía le permitiò haber todo lo que a sus 87 primaveras se goza, haciendo énfasis con sus puños en la tenacia de sus proezas. Y que ha sobrevivido a todo, aún habiendo sufrido dos atropellamientos de automóvil. Me dice para terminar que tiene una invitación que le enviaron del Papa San Giovanni Paolo II a la que nunca fué. 

Al atardecer vienen gaviotas a reposar en la playa, le hago fotos en pleno vuelo, el sol se vuelve tenue y antes del ocaso retorno a la casa donde me hospedo; ahí veo el último rayo de sol ocultarse.

He visto una normalidad aparentemente nueva pero con todas las habitudes pre-covid nada ha cambiado en éste verano cruel donde cualquier descuido puede ser fatal. Yo, que me presto a ser los ojos de lo anteriormente narrado me deleito del mar mientras escribo estas lineas y en la normal y apacible realidad en la que me encuentro me doy cuenta que al final aquí no se le dió a alguno aparentar con ir a compar papel higienico. 



https://photos.app.goo.gl/isEcrCojPxopru488


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